AFICIÓN vasca

 

AFICIÓN. En mayúsculas. Así es la afición vasca. Un sentimiento que se quedó huérfano en gran medida, con el fin de la andadura de su máximo referente, el Euskaltel-Euskadi. Ese equipo que con su tan característico color naranja tiñó de ese color las cunetas de las grandes y pequeñas carreras del calendario mundial. A la hinchada vasca le da igual que hablemos del Tour de Francia, de la Itzulia o de la Clásica Villafranca de Ordizia. Siempre está a pie de cañón. Por eso se le considera una de las mejores del mundo. Por eso los y las ciclistas la veneran.

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Evidentemente el arraigo del ciclismo en la cultura vasca no es comparable a lo que se puede vivir en Bélgica, donde el ciclismo es religión, el deporte referente. En el País Vasco el fútbol le gana la partida al ciclismo, esa es la realidad, pero esto no tapa la gran salud de la que disfruta el ciclismo y que se puede corroborar en cada carrera que se disputa, empezando por las categorías inferiores, hasta el profesionalismo. Siempre hay alguien alentando desde la cuneta.

¿Y qué es lo que impulsa a tanta gente a vivir la esencia del ciclismo de cerca? La respuesta no es fácil, pero lo que es cierto es que esa sensación de vivir y sentir el esfuerzo de los corredores in situ engancha. Quien haya vivido una etapa o una clásica en directo sabe a lo que me refiero. Y al que no lo haya experimentado, se lo recomiendo.

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Foto: Amaia Zabalo

Todo comienza como si fuera un ritual, con su correspondiente peregrinaje hasta ese punto escogido en el esquema mental de cada uno. Las rampas más duras suelen ser las que más nos atraen. Muchos por contra anteponen las vistas a la dureza. Otros eligen la soledad y su “txoko”, para disfrutar en cuadrilla o en familia. Personalmente, si puedo combinar una rampa exigente y con buenas vistas para poder ver más carrera, lo combino. Ese es mi lugar preferido.

Aunque suele ser lógicamente el más cotizado. Por ese mismo motivo suele ser el lugar en el que más ambiente se forma. Lo que todos y todas compartimos es el disfrute del paso de la carrera. El sentirla como la fiesta que es. Y al lío. ¿Cómo se vive esa llegada de la carrera? Primero se disfruta con la riada de cicloturistas que deciden ir a ver la etapa en bici. Siempre está el que se atreve con un caballito, el que sube esprintando, el que tiene que echar pie a tierra… Todo ello sirve para amenizar esa tensa espera. Y cuando se acerca la hora de la verdad, la de ver a tus ídolos en carne y hueso, más bien piel y hueso en el caso del ciclista, la atmósfera cambia..

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Foto: Juan Lazkano - Deia

Aparece el ruido de las hélices del helicóptero como telonero. Esa cantidad de coches y motos de carrera que abren paso al pelotón. Tensión. ¡Ya vienen! Siempre hay alguien con la radio retransmitiendo lo que pasa. Generalmente el mensaje que traslada a los oyentes de alrededor es difuso, nadie se entera de lo que pasa realmente, pero aumentan las ganas de verlos pasar. Ese griterío ensordecedor que va aumentando rápidamente, como antesala de lo que vas a presenciar en breves instantes. El griterío aumenta exponencialmente. Se cierra el pasillo de gente que tienes ante ti. No ves más que cabezas, con gorras, cascos y demás accesorios mirando en una dirección. Y de pronto, el pasillo se abre. Lo justo para dejar pasar a los ciclistas. Lo justo para poder transmitirles todo lo que sientes en esas décimas de segundo. Unos solo miran, otros se vuelven literalmente locos (me incluyo en este saco), otros aplauden. Ruido y silencio a la vez. Piel de gallina. Emoción. Eso es lo que se vive. Y la afición vasca se distingue por todo ello. Además de por aplaudir al primer y al último corredor por igual. Valores. Seña de identidad. Educación. Algo que por desgracia vemos que se está empezando a perder en nuestro amado deporte, especialmente por tierras francesas. En el País Vasco no se corre al lado del ciclista. Se le respeta. Y ellas y ellos lo saben.

Si no he logrado trasladar lo que se siente al recibir la llegada de la mítica serpiente multicolor en las cunetas vascas, sirva como ejemplo este vídeo de Paul Ortuzar:

https://youtu.be/J9QjYaiyBhc

No han sido pocos los corredores que han declarado en público su amor por la afición euskalduna. El excorredor alemán Jens Voigt por ejemplo, que cosechó unos cuantos triunfos de etapa en tierras vascas, enviaba esta carta de agradecimiento cerca del fin de su carrera:

Esta carta va para todos los aficionados vascos, que siempre están ahí.

[…]

La primera vez que tuve la suerte de vivir la pasión y la equidad de los aficionados vascos. Fue un día frío y lluvioso, a pesar de ello muchos de ellos vieron en vivo el final de la etapa y un gran número de ellos se quedaron a la ceremonia del podio. Este fue el momento en el que empezó mi amor y respeto con el País Vasco y la gente que vive allí.

[…]

Recuerdo cuando tuve el maillot de mejor escalador en el Tour del 98, pero solo por un día porque me caí dos veces en la primera etapa de los Pirineos. Casi no podía llegar a la meta y lo perdí, pero los aficionados vascos, una vez más, me apoyaron y me dieron ánimos hasta la meta. Las montañas estaban tapadas con sus banderas y sus camisetas de color naranja.

[…]

A lo largo de mis 14 años como ciclista profesional siempre he visto a los aficionados vascos como los fans más apasionados y leales del ciclismo. A veces parece que están casi llorando "¡Venga! ¡Venga!" y "¡Ánimo! ¡Ánimo!" Nunca he tenido ningún problema. Siempre hay espacio para que los corredores puedan pasar. Nunca abuchean a nadie. Siempre justos y apasionados. Nunca he visto un aficionado vasco causar problemas ni bloquear la carretera, ni hacer tonterías. Sois unos fans llenos de pasión por este deporte, los fans más leales, más informados y más apasionados. Entendéis y apreciáis el trabajo duro que hacemos en nuestro deporte.

[…]

Como siempre, estaban allí. No importa si hay 5 grados con nieve, con lluvia, siempre son fiables y prestos a echar una mano cuando sufres. [..]

MILA ESKER! JENS VOIGT, Abril 2011

Poco más se puede añadir a lo que nos contaba Jens Voigt. El alemán expresaba perfectamente esa realidad. Una realidad sobre una afición que busca su nuevo referente después del vacío dejado por los naranjas.

La Fundación Euskadi sigue y seguirá intentando volver a la élite mundial, ahora de la mano de Mikel Landa. El Euskadi Murias está tratando de ser también ese referente y parece que puede ser el que más atraiga hoy en día a la afición vasca, guardando las distancias con lo que Euskaltel Euskadi suponía. Caja Rural trata de hacer lo mismo, pero al igual que a Euskadi Murias le está costando enganchar a los aficionados a ese nivel. Tres equipos de la tierra, en busca de satisfacer al mismo público. Se agradece el esfuerzo de los tres sin duda. Se agradece muchísimo.

Esperemos que se logre retomar aquella aventura mundial que hizo soñar a los vascos con el Tour, el Giro, la Vuelta y en definitiva, con el logro de grandes éxitos de su equipo, del equipo de casa, a nivel mundial. Esperemos que alguien quiera financiar el sueño de toda una afición ansiosa de ciclismo. Mientras tanto, los vascos seguirán animando a todos y cada uno de los componentes del pelotón, seguirán saboreando la esencia del ciclismo en las cunetas, porque aman este maravilloso deporte.

  Un artículo de Mikel Ilundain para Baggicase.